La constante evolución que el mundo de la ciencia ha experimentado en las últimas décadas, ha servido de plataforma para que sus avances tengan hoy en día un alcance vertiginoso. Esta desenfrenada carrera ha transformado la vida del hombre, asiéndole con un gran despliegue de medios de consumo, la gran mayoría nocivos, y que bajo una atractiva presentación, no hacen si no engañar y perjudicar al inocente consumidor.
Los que vivimos en ésta época somos testigos de que el desarrollo tecnológico y científico ha eliminado casi por completo los patrones de la vida natural, con sus graves consecuencias físicas, morales y sociales. Se ha producido un abandono masivo de la vida natural y un vuelco total a la vida artificial y enfermante de las contaminadas ciudades.
No se combaten las dolencias ni se lucha contra las enfermedades, sino que toda la acción de esta medicina se concreta en ayudar a promover las fuerzas orgánicas (energía vital) con una eficaz y consiente acción de normalizar los medios de vitalización en los que actúan dichas fuerzas. Este sería un procedimiento lógico y racional de reintegrar al organismo a su normalidad funcional, ya que se parte precisamente de la propia dinámica del cuerpo que tiene capacidad curativa a través de los medios internos que éste mismo promueve y pone a nuestro alcance, los cuales son los que mantienen su salud y son al mismo tiempo los que pueden devolverla, con la ayuda de agentes naturales de salud, tales como el aire, tierra, plantas, agua, ejercicio, alimentación, etc.